sábado, 3 de agosto de 2013
La Hilandera
Yo, hilandera de flaca hebra, apunto y pincho,
aunque sin mordiscos, lleno y no me sacio.
Sea seda o lana, tu cuerpo será mío.
Doy pasos, sin brincos, arrastrando penas
y de cada dolencia, yo soy la reina;
mojo con saliva ancestral, el hilo con que he de pichar.
La inocencia poco me vale, aunque si disfruto al ser despreciable
un laurel te haces, con falsos halagos, terminas creyendo, lo poco que vales;
la sencillez se me hace repugnante, disfruto con gusto, al que vale mucho.
¿El amor?, eso tanto de escudo se usa, termina en cenizas, ojal sin camisa;
y tú, ahora sientes cómo te traspaso?, hendidura que te quema, soy perversa.
Canta sin llorar, aunque si lo haces, más gusto me das. Hilo e hilvano más.
Hijita del alma, que dulces te entregas, al fugaz engaño de la piel muy tersa.
Tensa y prensa, mis ganas en una aguja lleva, traspasar, de tu cara de falsa;
siente mi tijera, que corta con ganas, así cabello, como vidas cortas y largas.
No soy infalible, eso lo dejo a quien de engaños vive;
pero si te digo, que cuando te pinche, aunque corras lejos, para atrás no mires,
pues sí, estaré allí, con mi tijera afilada, sobre tu garganta.
Jamás temas al miedo de este mundo,
que por cierto digo, descansa sobre mentiras amargas.
Teme a la hilandera, que sin avisar, tu vida pronto se lleva.
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