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Laughing children, the world is better Por Hector Durr
Jesus Ernesto a la izquierda y Jesus Alejandro a la Derecha. |
Hace poco, antes de dormir pensaba en lo maravilloso que sería volver a ser
niño. Tener esa magia entre los ojos, una imaginación sin fin, un mundo irreal
para las almas grises y sin sabor que los adultos a veces, si es que la mayoría
del tiempo logra tener en sus irremediables responsabilidades.
Y es que al momento
que vamos creciendo vamos perdiendo esa preciosa magia que nos rodea, como si
fuese un líquido que se va agotando con el pasar de los años. Es un hecho
irremediable del crecer, del ser adulto y empezar a dejar atrás los juguetes,
la imaginación, la libertad de sonreír en los momentos donde todo es gris y aun
así no parecer un insensible que no siente que el mundo se está autodestruyendo
entre su propia codicia y maldad.
Ser niño, creo es la
etapa más maravillosa que un ser humano puede vivir, creo que por eso, al ver
que un niño no lo disfruta mi alma pierde un pedazo de su ser, de su gloria o quizá
tal vez de su propio corazón. Tengo 20 años, estoy en ese momento de la vida,
donde no se realmente si sigo siendo niño, o un adulto. Mi mente infantil sigue
allí aferrándose como un alma que no desea salir.
Pero después vienen
esos atropellos que la vida de un adulto conlleva, Facturas, trabajo,
relaciones amorosas, estudios y temas tan aburridos como la política, los crímenes
que en tu ciudad se cometen, o la inseguridad que azota tu país.
Recuerdo, que cuando
era niño me encantaba leer, entrar en el fantástico mundo de Hogwarts y viajar
entre la guerra que parecía ser interminable entre Voldemort y Harry Potter, en
compañía de sus dos más fieles amigos, Hermione Granger y Ron Weasley. O viajar
al Amazonas en compañía Alexander Cold y su entrañable amiga Nadia Santos, los
elementos de magia, naturaleza y aventura de ese fantástico mundo que Isabel
Allende logra plasmar en su obra “la ciudad de las bestias”
libro que me
llevo a conocer el Amazonas y vivir mi propia aventura. Fue fantástico.
El
convertirme en adulto, y tener nuevas responsabilidades a llevado nuevamente a
atropellar esa alma de la lectura, muy poco tiempo tengo para volver a leer,
vivir como le llamo yo. Y es que no necesito viajar, ni tener dinero, ni ser
alguien importante, Sino leer, escribir, tomar fotografías, y continuar
jugando. Soy un soñador, porque el mundo cada día me pega una cachetada demostrándome
una vez más que soy adulto, un estúpido adulto
que debe preocuparse por las cuentas por pagar. Y ver que mis libros siguen allí
sin leer, olvidados por el tiempo y el polvo.
Por
eso, me niego a ser niño, a llegar a esa etapa obligada de ser adulto. Para mí
no es difícil volver a imaginar con Jesús Alejandro (6 años) ser un superhéroe,
o formar las teorías mas alocadas sobre un mundo irreal, o con Jesus Ernesto (11
años), hacerle cosquillas hasta tener ganas de orinar por las rizas que nos
causamos el uno al otro. Sigo siendo niño, muy en el fondo me aferro a esa
edad, donde el mundo no es gris, donde la felicidad se logra con una simple y
sencilla sonrisa, donde el orgullo y el odio no existen, donde el amor es
compartir magnificas aventuras y abrazos sin cuentagotas.
Quiero
ser niño, quiero volver a leer los libros que desee, en el tiempo que desee,
quiero imaginar, quiero sentir nuevamente. Me niego rotundamente a crecer...