sábado, 14 de septiembre de 2013

LIBERTAD… MILAGROSA.




En cierta mañana lluviosa, acudía al patio luego de desayunar, sorprendido, escuché un murmullo en medio del follaje y me acerqué; allí, arrodillada en plano ceremonioso, estaba mi vuela haciendo lo que a primera vista, me pareció una oración. Sigiloso me fui acercando, hasta poder entender algunas frases: “gracias por tus hojas”… te pido permiso para l cura”… y así, frases que no tenían sentido para mí entonces.

El patio de mi casa era un bosque maravilloso, lleno de muchos árboles, algunos gigantes y otros chicos, pero ninguno era aislado en el interés que contenía. La abuela se levantó y sin verme, se retiró por el camino hacia la cocina. Las casas solían tener la cocina alejada de las habitaciones, no sé si era un asunto de alejar posibles animales, o simplemente como medida de seguridad para las provisiones y el agresivo ataque nocturno de mis hermanos.

Detrás del edificio que era la cocina, s bifurcaba un camino, de una lado tomaba al norte, y el otro al sur; si se tomaba este último, a menos de seis metros, y bajo las sombras de un inmenso árbol de mango, justo entre él y un frondoso árbol de limón criollo, estaba la planta en cuestión.

_Gracias Libertadora!-, fueron sus últimas frases y allí que su nombre me quedó grabado. La planta de libertadora tiene otras acepciones, entre ellas “hoja del aire”; científicamente se le conoce como kalanchoe pinnata, una planta originaria de áfrica pero que se adapta muy bien a estos bosques tropicales. Su hoja es carnosa y tiene una forma peculiar en los bordes, especie de pequeñas olas remarcadas en color morado, lo cual la hace muy agradable a la vista.

La abuela se llevó las hojas y luego de preguntarle me refirió lo que ahora cuento: -es una planta muy sanadora, pero es igual de celosa; debes pedirle detalladamente para qué la quieras, qué dolencia vas a tratar y sobre todo, la cantidad de hojas que le vas a tomar-; ante mi asombro, y sin dejarme replicar, lanzó la respuesta a lo que aún no había preguntado, -Si no lo hicieras, se secaría y no tendría efecto lo que has preparado-; quedé fascinado con todo aquello.

Tal vez, sin proponérselo (o tal vez así fuera), ella me dio una lección que siempre he practicado con la madre naturaleza, la extraña idea que son seres que tienen, como los seres humanos, una sociedad en la que se comunican y tratan. Por miedo a no parecer más raro de lo que siempre fui, me acostumbre a decirlo en voz baja, ahora supongo que muchas ni se enteraron de mi respeto, simplemente la mente no saben leer.

Este hecho, el de comunicar a los árboles nuestra intención de tomar sus frutos, creó un vínculo de respeto infinito, que junto a otro que me dio el abuelo (el cual comentaré en otra ocasión), constituyen lecciones de vida, siempre signadas de amor.


Libertadora milagrosa, produjiste una gran lección, nunca falta el extremismo que a todo se oponga, pero si tal cosa no daña, y por el contrario, acercan el aparente camino desunido del hombre con la naturaleza, vale la pena fomentarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...