La Metamorfosis del Vampiro., Fotografía cortesía de: Laura Leguizamon |
Su cuerpo inerte yacía sobre la superficie del mármol frió sus piernas
estaban cruzadas, su piel blanca se había hecho pálida, incluso brillante ante
la penumbra y la oscuridad de aquella mansión donde tantas almas habían
disfrutado de los placeres banales de las grandes fiestas pagadas por la alta
sociedad, esa que el dinero no falta, y se puede desparramar por el suelo como
si agua limpia fuese.
Sus ojos
inexpresivos, tan azules y a la vez tan vacíos de calidad humana, su nariz tan característica
de aquellas mujeres operadas, puntiaguda y notablemente sobrenatural. Sus senos, redondos y perfectamente atractivos
se encontraban con un halo de luz que por la gran ventana victoriana entraba.
Su silueta torcida ante la penuria, daba tal elegancia, que nadie sintió temor
en acercarse al cuerpo, su belleza estaba tan nítida ante la irremediable
muerte de aquella dama.
Nadie
miro los suaves y limpios cortes que en sus muñecas profesaban, su alma estaba
rota, aunque nadie lo imaginara. La sangre estaba tirada, como lagos de hojas
muertas, color carmesí con toques de vino tintó añejado. Un grito se escucho en
la distancia, era la empleada. No lloro por su muerte, sino por la rápida perdida
de su trabajo.
Aquella
dama de mármol, se había suicidado. Sus lujosos vestidos ya importancia poco tenían,
aunque muy aclamados eran en todas aquellas famosas cadenas de tiendas que ella
misma había fundado. Se hizo una dama, pero olvido que ella siempre fue una
mujer que fue creada del barro, y nunca del mármol.
Aquella
noche se dio cuenta de lo sola que se encontraba, recordó aquel antiguo amor
que de joven ella tenía, le había olvidado, le cambio por una casa de modas. Triste ella se sentía, porque nadie le amaba,
ni siquiera su madre a quien ella nunca más llamaba, ocupada decía cada vez que
su anciana madre desesperadamente buscaba a su niña.
Se
escucho otro grito en la lejanía, era su mejor amiga, su ayudante. La heredera
de todo el imperio de modas. Pobre mujer, tan vacía como la muñeca que ahora tirada en el mármol estaba. La
dama de mármol, tomo un navaja, y lentamente corto sus venas, ella no era amada…
-Oh dama de mármol. Nunca te pudiste darte cuenta que tu misma te amabas…
-Oh dama de mármol. Nunca te pudiste darte cuenta que tu misma te amabas…
La oscuridad que predicas en este texto es maravilloso, me hizo leerte hasta el final.
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