miércoles, 25 de junio de 2014

Maníaco


 ­­­Me atrapas.
Me aniquilas.
Me matas.
Me desarmas.
Me rompes.
Me encantas.

Te deseo, mi deseo, un deseo. Deseando (Té).
Té en mis noches, tus noches (nuestras noches)
Noches, reflejos, locuras, tu barba.

Me embriagas.
Me seduces.
Me acaricias.
Me corrompes.

Agítame, siénteme, léeme, destrózame.
Acaríciame, perverso, roto, maniático, suicida, quiéreme.
Lléname la noche…
Lléname los labios…
Tus labios…
Romperme en pedazos… Vuelves a construirme.
Te necesito, tan frío, tan caliente, tan maniático.

Te rompo.
Te embriago.
Te encanto.
Te aniquilo
Te seduzco
Te corrompo
Te amo…

Necesito llenarte la vida, nuestra vida.
Corromper cada mirada de tus ojos.
Amar cada gemido de tus labios.
Romper tu piel a mordiscos obligados.

jueves, 19 de junio de 2014

Ensayo sobre la soledad

 Descubrí que el tiempo, no es necesario para amar la vida.

Como tampoco lo son las personas. Nuestra vida es un pequeño pasaje en un tren desconocido, con personajes que entran, se acomodan a nuestro lado y luego cambian de estación.  Quizá es que me acostumbré a la ligera idea de vivir entre silencios o efímeras circunstancias que me llevaron a la soledad.

                -¡y que amarga soledad tan suave y placentera!- Murmuré, y es que el silencio es como un fuente de pensamientos que parece nunca acabar con el dolor, la felicidad o la tristeza. En sus recónditos y oscuros momentos, yo pude descubrir cada uno de mis secretos. Desde ese preciso momento pude revaluar con cada lágrima o sonrisa oculta  con una intensidad tan maravillosa como el mismísimo palacio blanco de aquél maravilloso personaje mitológico de la antigua civilización griega. Zeus, quién su nombre viene dado por la palabra en antiguo griego «Ζεύς Zeús» (Padre de los Dioses y los hombres) ¿Y es que en nuestro egoísta sentimiento no somos eso? Aunque quizá, no seamos padres de dioses, ni siquiera de algún recóndito sentimiento pro creacionista. Sino, como una conjunción de pensamientos, relativos o no, de lo que somos en la soledad, en la sociedad, solemos apartarnos del verdadero “yo” para conjugarnos en un iracundo jardín salvaje de máscaras. ¿No estamos entonces interpretado la parábola de Zeus desde un aspecto simbólico y macabro de lo que somos? Una creación paternal de encuentros morfológicos con una sociedad manchada de estereotipos tan banales como la superficie de un espejo roto.

                Es allí, donde la soledad juega un papel esencial en el encuentro de nuestros sentimientos, en ese momento, cuando la soledad ataca cada uno de nuestros más oscuros perfiles que no logramos demostrar o enseñar a esa sociedad podrida de senos egoístas y pulcras mentiras y superficialidad, encontrar un respiro, incluso, para algunos esto sería un condena hipotética sobre su ser, al no encontrar lo que deseamos, la verdad, en un momento determinado es más dolorosa que la mentira. Por ello, nos engañamos silenciosamente sobre lo que somos.

                La soledad, no es más que un tema hipotético de nuestros cerebros, una jugada silenciosa para flagelar cada sentir en la medianoche, o quizá, es la extraña forma de conjugar una serie de elementos externos e internalizarlos para nuestro propio beneficio (O destrucción). La filosofía define a la soledad con un concepto grecolatino: “Voy a la soledad, para encontrarme a mí mismo.”  Y en este sentido, la filosofía abarca un sistema común y poco profundo de la soledad, no solo nos encontramos a nosotros mismos, sino la esencia de los terceros o lo que en su definición creemos conocer como personas honestas. 

                En la teología, dentro del aspecto bíblico encontramos una serie de ejemplos circunstanciales de la soledad, desde la elección de los apóstoles hasta la dramática pasión de Cristo se necesitó de la soledad empírica para tomar decisiones y no hacer de estos un error sistemático para mover las masas cristianas hasta el deseo de la vida superior y celestial de la promesa religiosa a los que los seres humanos se atan.  Incluso, la religión define la soledad como necesaria para la conexión divina con un ser superior. Me permito citar la siguiente frase: “En la soledad se encuentra el refugio a las situaciones difíciles, restaurando sus fuerzas al hombre activo agotado, ya que en la soledad Dios habla a los hombres y a la oración vigoriza su alma con la comunicación del espíritu santo” Antonio Pérez Crespo. Soledad, Cronista de la región de Murcia. 

                Quiénes no tenemos religión o creencias teológicas, vemos la soledad como un aspecto poético, dramático y de crecimiento interpersonal. Como un silencio, que encuentra muchas palabras en una oscuridad latente de noches eternas.

                La soledad, es un juego ambiguo entre nuestros seres, sobre todo cuando somos personas que jugamos con una doble vida, cuando mostramos ser alguien que no somos ante una sociedad hipócrita y resguardada por un código moral impuesto por religiones o sociedades que se mienten a sí mismas creyendo en conductas pre-clasificadas como aceptables.

                Recuerdo haber luchado batallas campales con mis dos seres interiores. Hasta que uno de ellos gano la guerra a fuerza de espadas, con grandes y melancólicas agonías en el proceso. Valió la pena, de eso no tengo ni la más remota duda en mi cuerpo, alma y mente.  La soledad, no puede ser clasificada como tu mejor amiga, como tampoco de tu peor enemiga, ella es ambigua, certera y puede conjugar una cantidad inexacta de sentimientos: Positivos o negativos, que pueden llegar a destruirte, o construirte en una nueva persona que se acepta ante sí mismo a pesar de los terceros que continúan en una amarga y triste continuidad de pensamientos que pretenden juzgar a todo lo que ellos tachan de diferente o anormal.

                Recuerda que la soledad, eres tú mismo. Tu propio demonio, tu propia salvación, solo depende del punto de vista del cual tomes las riendas de tu vida. 

martes, 4 de febrero de 2014

VIAJE SIN RETORNO.



Ya sobre sus pies, de un salto estaba sobre la acera, las primeras luces de la mañana se acompañarían con gotas que nadie espera; a pesar de la pesada atmosfera que envuelve el ambiente de la sociedad cuando llueve, él entonó su mejor sonrisa, esa que la determinación siempre refleja.

Conforme pudo, de brincos chicos y extendidos, saltando charcos y animales dormidos, llegó hasta la estación del tren: el contratiempo lo haría perderlo. El hombre no se desanimó, y como pudo, emprendió el rumbo hasta el terminal de buses, otra proeza por la lluvia que ahora tornaba con ribetes de diluvio universal.

Pareció una fantasía artística, saltos sobre inmensos cuerpos de dinosaurios dispuestos y malhumorados, atracciones de sirenas sin escamas y con piernas, que igual la atención embriagaban; abuelas hechas de piedras, que sonreían desconfianzas como si fuesen fantasmas; y sobre todo ello, un vehículo que tras regar agua por inundación, se detuvo para llevarlo a un destino que no tenía en mente.

Se abrió el tiempo, y el sol dejó atrás la apesadumbrada alba que se tiñó de gris y no de malva; las sonrisas de rigor, el intercambio puntual de datos y una vía larga para conversar de la verdad de estas fechas y como debe ser llorada cuando muere cada día. Se pasearon por música, desde el rock hasta las baladas más conspicuas, luego a la poesía, y recitaron Wilde, Tagore y remataron con García Lorca.Se vino el cielo con un crepúsculo añil a inundar los cielos abiertos.

Fue una parada, que determinó justo el momento de una encrucijada. Por dentro se quemaban, entre deseos que tenían en la piel, su forma más ordinaria de expresión, pero bien sabían, que eso era un lento desgarrar por algo que no podían expresar bien.

No había sino una habitación, y sin mirarse a los ojos, como coral asintieron. Adentro, una fogata que encendió como imberbe fénix que juega con el sol, y tras mirarse sobre un velo de nervios, los dragones que rugían en el pecho, fueron caracolas que arrullan las olas dl mar.

Se amaron, como se hace en estos tiempos, sin explicaciones y sin o reparar en el mañana. Las llamas se calmaban, pero entre las sábanas, eran olas de un mar embravecido que hacia al mundo naufragar. Apenas el último suspiro, antes de quedar rendidos, hizo salir a un soñoliento sol que mostraba tenues luces doradas.

Los cuerpos sin voluntad, presos del cansacio y sueño, se mostraban, uno miraba hacia arriba, cuidando que el cielo no se viniera como rayo a consumirlos, y el otro, hacia abajo, de los inviernos era guardián pues bien sabía la agilidad con que se les condena al amor cuando se hace sin culpa.

Era mediodía, y se volvían a encontrar en miradas de profundidad y silencio, no tenían respuesta para todo lo que de allí surgía, más si una voluntad de emprender un viaje, esta vez, sin boleto de regreso.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...